Se miran, se atraen y saben que la vida les cambiaría si pudieran leerse el pensamiento, pero el silencio y los prejuicios levantan un muro alto donde chocan las ganas secretas del uno por el otro, y todo se queda en miradas y en deseos muertos.
Yo fui de los pocos que aprendí que si uno no quiere morir de remordimiento la única opción es correr el riesgo.
Yo fui de los pocos que aprendí que si uno no quiere morir de remordimiento la única opción es correr el riesgo.
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