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domingo, 9 de octubre de 2011

Cuanto más sabes sobre alguien, más deberías quererlo. Pero casi nunca es así porque la confianza acaba dando asco. Empiezas a descubrir los defectos de la otra persona y esa otra persona descubre que tú también tienes lo tuyo. Son muy pocos los que son capaces de ver la paja en su propio ojo antes de ver la viga en el ajeno. En lo primero que piensa la mayoría es en sí mismo. "¿Por qué voy a compartir mi vida con alguien que tiene cosas que no me gustan? Me merezco algo mejor".
Así nos pasamos la vida buscando a alguien que sea como nosotros queremos que sea. Y lo que va a ocurrir es que lo único que vamos a encontrar al final es a nosotros mismos, solos. Será entonces cuando nos demos cuenta de que no sabemos estar solos y que quererse y odiarse, a veces a partes iguales, es mucho más divertido.

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